El día que Alexander casi pierde la cabeza (y la piscina) por el ácido isocianúrico 🏊‍♂️💥

Alexander siempre había sido el rey de las barbacoas en su casa de Alicante .

Los vecinos y amigos lo envidiaban no solo por sus chuletas perfectamente asadas, sino por su piscina impecable con ese toque de gresite azul que parecía sacado de un resort en el Caribe.

 

Claro, hasta que un día, todo se fue al garete.

Ahí estaba, con su cerveza fría en la mano, contemplando su piscina con una satisfacción casi arrogante.

Pero algo no cuadraba... el cloro estaba por las nubes, y el agua, que normalmente era cristalina, tenía un tono raro, como de "estoy a punto de convertirme en un caldo verde".

Fue entonces cuando uno de sus vecinos , ese que se las sabe todas, soltó la bomba:

Eso es el ácido isocianúrico, Alexander. Te has pasado con las pastillas 3 en 1.

¡El ácido isocianúrico!

 

Ese enemigo silencioso que nadie te avisa que se acumula con cada dichosa pastilla de cloro estabilizado. Alexander sintió un escalofrío.

Se lanzó a Google como si su vida dependiera de ello, y tras horas de foros y artículos llenos de términos químicos, llegó a una conclusión aterradora: su piscina estaba condenada.


El plan maestro (o desastre anunciado)

Alexander , con su optimismo característico, decidió que vaciar la piscina no era una opción . Así que buscó la alternativa más "científica": la melamina.

Cariño, voy a comprar melamina, dicen que hace desaparecer el ácido isocianúrico, —le explicó a su mujer.

¿La de los muebles de IKEA? —respondió ella, incrédula.

Después de una intensa negociación con la farmacia local, que lo miró raro al pedir cantidades industriales, consiguió el preciado polvo mágico.

Lo vertió en la piscina como si estuviera cocinando una poción secreta.

¿El resultado? Nada. Bueno, nada salvo un polvo blanco flotando por toda la piscina, dándole un aire de jacuzzi publico barato y dudoso.

Alexander , con el corazón roto y su piscina convertida en una especie de batido químico, volvió a la carga.

Leyó sobre enzimas y bacterias "come-CYA", compró un bote carísimo y siguió al pie de la letra las instrucciones casi místicas:

  1. Cero cloro.
  2. pH perfecto, ni una décima más ni una menos.
  3. Nada de algas ni químicos raros por 15 días.

Alexander se convirtió en el monje zen de las piscinas. Medía los parámetros cada mañana, hablaba con el agua y le susurraba palabras de aliento.

Pasaron los días... y nada. El CYA seguía ahí, como el villano de una telenovela.


El punto de quiebre: el momento de la verdad

Después de semanas de pruebas, errores y gastos ridículos, Alexander se sentó junto a su piscina y miró su reflejo con desesperación.

Sus amigos se reían, su mujer ya ni le preguntaba, y su perro lo miraba con lástima.

Fue entonces cuando llegó su vecino, Don Manolo, con su sabiduría de abuelo piscinero:

Mira, Alexander, deja de hacer experimentos y haz lo de toda la vida: vacía un poco de agua y rellena con agua nueva. Fácil, barato y rápido.

Alexander , con su orgullo por los suelos, se rindió. Vació el 40% del agua, rellenó, y en dos días su piscina volvió a ser la envidia del barrio.


Moraleja: Menos es más (y mejor)

Alexander aprendió a las malas que no hay atajos en el mundo de las piscinas. Las pastillas 3 en 1 son como ese amigo que promete ayudarte pero termina dejándote con más problemas.

Desde entonces, cambió a hipoclorito líquido y bromo, y dejó atrás las "soluciones mágicas".

Ahora, cuando alguien le pregunta cómo mantener una piscina limpia, simplemente dice:

Controla el cloro (siemrpe sin efectos), mide el pH + alcalinidad controla el Acido Cianurico , haz lavados de filtro semanalmente y deja de creer en cuentos chinos.


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